La primera parada fue Verona, a 6 horas de Ginebra debido al tráfico al pasar por Milán. Dos días en un hotel modesto, céntrico y barato. Fueron dos días de mucho paseo, terracitas al sol y homenaje a Romeo y Julieta, que son el plato fuerte de la ciudad y un poco sacacuartos de turistas, pero bueno, se digiere con más o menos gusto. La pena es que después de haber visitado todas las librerías de la ciudad no conseguimos encontrar una edición en español del clásico de Shakespeare.
La siguiente parada la hicimos en Pádova, poco tiempo, lo justo para ver el monasterio de San Antonio, lugar de peregrinaje importante en Italia, y de dar un paseo por el casco histórico y el mercado de la ciudad. Compramos parmesano, fresas, plátanos y un par de regalillos para las madres. El casco histórico era muy coqueto y agradable.


Y la última parada y la más esperada, Venecia:
Me llamó la atención que, a pesar de recibir a una muchedumbre de turistas, resultó ser una ciudad muy cómoda. La llegada la hicimos en tren, al módico precio de un euro. Hicimos nuestra primera parada en una placita del gueto judío con mucho encanto, alejada de la zona turística, con niños jugando, parejas echando la siesta, etc… y comimos a base de lomo y jamón en un banquito de la plaza.
Esa tarde paseamos por el sestiere de Santa Croce y de San Polo y por la noche cenamos en uno de los restaurantes para guiris del puente de Rialto. Es una parte menos frecuentada por turistas, pero muy bonita. En algunas placetas, da la sensación de estar en un pequeño pueblo italiano.
Después de cenar, como las piernas ya empezaban a estar cansadas, pero nuestros cuerpos querían todavía guerra, nos subimos en el vaporetto, bastante vacío debido a la hora, y nos paseamos en la parte exterior del barco. ¡¡Impresionantes los palacios que se ven a ambos lados del Gran Canal!!


Al día siguiente, ya por fin fuimos a San Marco. Un poco agobiante por el gentío, pero no nos decepcionó en absoluto. La basílica de San Marco me resultó bastante impresionante, es preciosa y los mosaicos guardan un cierto parecido con los de Santa Sofía en Estambul. El palacio Ducal, muy bonito también, lujoso y recargado, aunque la visita con el audio-guía, quizás un poco pesada. También hicimos la subida a la torre del Campanile, que ofrece unas maravillosas vistas de toda la ciudad.
Y el resto del tiempo lo dedicamos a paseos diversos, helados y más helados, pizza y más pizza, pasta hasta por las orejas… en fin, de todo un poco.


Lo mejor del viaje ha sido el tiempo que nos ha hecho, todos los días en manga corta. Después de un invierno tan largo, la primavera llegó, y yo con más ganas que nunca de sol y de disfrutarla que nunca.
¡¡Un beso a todos y hasta la próxima!!
Veneeeecia, ¡quiero espagueti!
Veneeeecia, ¡y mozarella!
Veneeeecia, ¡quiero tirarme!
Veneeeecia, a Donatella!!!!
Vamos juntos hasta Italia quiero comprarte un jersey a rayas....
